martes, 26 de marzo de 2019

Día XXXVII




Tengo un gusano dentro de mí que se lo está comiendo todo. 

Y pasa igual con la manzana más roja del frutero, no descubres lo podrida que está hasta 
que la muerdes; no descubres lo vacía que me deja esto hasta que me ves de verdad. 

Ya os he hablado de esta espiral en otros momentos a lo largo del diario de ojazos. 
Ya os he contado del monstruo que te hunde y apaga la luz, aún sabiendo que le tienes
auténtico pánico a la oscuridad. Porque ese monstruo es quién mejor te conoce en 
este puto multiverso que habitamos. 

Me miro al espejo y ahí está, 
mirándome, 
animando al gusano a seguir cavando
animando al gusano a seguir matando. 

Me susurra, me grita, me llora. 
Y, joder, tanto silencio es ensordecedor. 

Le odio con lo poco que queda de mí, lo odio con todo lo que deja sobrevivir;
odio que me grite
odio que me apague la luz
odio que me conozca tan bien
odio que me conozca tan vacía
odio que me conozca tan yo

La ansiedad, la ausencia, la asfixia. 
El monstruo me sigue mirando, al otro lado del espejo 
impertérrito, inmóvil...
¿cómo algo tan pequeño puede destrozar tanto y tan rápido?


Le miro, me ahogo, me asusto, me veo. 

Y es que el monstruo soy yo misma. 
Y es que el gusano ha terminado su trabajo.