Decía
Marta Aguadero que merecemos la gloria, y no la pena.
Y
vaya si la mereces.
Te
he visto caer mil y una veces, derrumbarte y deshidratarte por
cientos de razones. Te he
visto
gritar, llorar y patalear. He visto como faltaba el aire en tu
cuerpo, como eras incapaz
de
articular palabra, cuando no podías controlar el temblor y tus
pupilas anunciaban una catástrofe
natural
que algún que otro meteorólogo catalogaría de monzón.
Pero
también te he visto levantarte, sin ayuda de nadie. He visto al
huracán llevárselo todo
por
delante, y a ti en medio, dejando a la mismísima Escarlata O'Hara a
la altura
del betún mientras levantabas los brazos sin pedir
auxilio, pero haciéndote ver,
que sigues ahí, más viva y más
fuerte que nunca.
He
visto como ganabas mil batallas, una a una, cuando decían que la
guerra estaba perdida.
Te
he visto darlo todo, por todos, y lo más importante, sobre todo, por
ti. Aunque
ahora no lo recuerdes, te lo prometo, amiga, nadie te
quiere más que tu.
Te
he visto bailar, reír, cantar a pleno pulmón y luchar cuando
dábamos todo por perdido,
cuando
la tormenta estaba a la vuelta de la esquina y tu seguías creyendo
que podíamos con
ello,
que podías con ello.
Así
que créeme si te digo, que mereces la gloria.
Y
quítate toda esa pena de encima, que vamos a bailar de nuevo.
Incluso
sobre volcanes a punto de estallar si es necesario.
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