Hace ya algún tiempo que juego sin
apostar porque toda la suerte se ha puesto de mi lado.
Y lo cierto es
que hacía tanto que no me encontraba así de tranquila
y en paz
conmigo misma que a veces soy incapaz de gestionar tanta felicidad.
Alguien me dijo una vez que el salto al
infinito no es tanto como parece.
Y lo creímos,
joder que si lo hicimos,
lo saltamos con todas nuestras fuerzas.
Pero ¿qué haces cuando alcanzas ese
infinito?
Desde entonces, el número siete es mi
favorito.
Desde entonces, esta ciudad somos
nosotros.
Desde entonces, todas las baladas de
rock hablan de ti.
Desde entonces, no conozco mejor
espaguetis a la carbonara que los tuyos.
Ni mejor rincón para perderse que tu
cama.
Ni mejor rincón para encontrarse que
tus ojos.
Desde entonces, todo es más fácil.
Y yo, soy el mejor yo.
Todas las huidas que protagonizo en
esta ciudad parecen justificadas,
todos los dramas,
las diez mil películas diaras,
y los cincuenta mil chistes malos.
Todo, absolutamente todo, está bien.
Incluso cuando va mal;
consigues que esté bien.
Aún viviendo en esta jodida ciudad que
se mueve a mil kilómetros por hora,
consigues que todo vaya a tu ritmo y
podamos disfrutar de cada momento.
Disfrutar de los quince minutos más de
remoloneo en la cama.
Disfrutar de los segundos desayunos.
Disfrutar de un capitulo más en
netflix.
A tu ritmo.
Y por todo esto te quiero.
Te quiero cuando tienes frío estando a
21 grados.
Te quiero cuando arrugas la nariz
porque no te gusta la cena.
Te quiero cuando te enfadas porque me
enfado.
Te quiero cuando me abrazas y dejas tu
olor en mi ropa para todo el día.
Te quiero cuando me besas.
Te quiero cuando te niegas a soltarme.
Te quiero como dos locos que juntos se
vuelven cuerdos.
Y como Harry le dijo a Sally, “cuando
te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida
con alguien
deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible”
Así
que, ¿qué haces cuando alcanzas ese infinito?
Vivirlo
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